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La propuesta artística de Vik Muniz consiste en mirar debajo de cada imagen y analizar su estructura, en preguntarse por el sentido de lo visible, de lo evidente, en entrar tanto en los mecanismos de definición de las imágenes como en los de su percepción. Mirar con curiosidad, con intensidad; perseguir un efecto nuevo, hasta tentar el orden interno del misterio.

Preguntarse por unas imágenes valiéndose o necesitando de otras; acercarse a la realidad desde la ficción. Vik Muniz vive y habita, usa y disfruta, transforma el mundo de las imágenes, pero mantiene ante éstas un estimulante sentido lúdico, una especial ironía. No se trata de una relación de uso y disfrute: cada imagen desencadena un proceso de sucesos y transformaciones que no parece tener fin. Con sorprendente avidez sabe ver en una imagen la siguiente, sin necesitar los saltos bruscos, en un ejercicio de constante lógica sucesión. Como quien se entretiene en buscar siempre un significado distinto, un matiz. (...)

Cada vez que elige un motivo, despliega un peculiar proceso de acercamiento, captura y transformación. Su sistema de trabajo es parecido al de los artistas que habitan el mundo de la performance, pero su ritual es privado, casi secreto. Su ritmo es constante, sin momentos de reposo. Uno imagina los movimientos (del ojo, de la mano, del gesto) necesarios para idear la manera de fotografiar un motivo ( o apropiarse de una imagen ya existente, aunque sea desde el tamiz de la memoria) y dibujarla (sería más propio decir redibujarla) utilizando chocolate, hilo, alambre, azúcar, polvo, clavos, algodón, pantones, agujeros, recortes de papel o figuras de plástico. (...)

Resulta difícil imaginar una obra como la de Vik Muniz sin goce en su gestación, sin divertimento, sin una preparación decidida pero distendida. Modos de acción, ritmo de trabajo, nunca formas finales: parece que utiliza ese ámbito previo para determinar por dónde desarrollar su obra, lo que justifica la generosidad con la que, con frecuencia y de manera aparentemente descuidada, vuelve sobre él. en pocas ocasiones resulta tan visible la mezcolanza de disciplinas artísticas y la naturalidad con la que todas se convierten en estados previos, casi secundarios, hasta converger en la fotografía como cierre de un proceso al que asoman resonancias del dibujo, la pintura o la escultura. Un proceso en el que están muy presentes conocimientos tan diversos como la psicología, la percepción, la física, la alquimia, y esa agilidad mental característica de quien le tiene tomado el pulso a la vida, al vivir cotidiano, a la calle. (...)

Cuando se le pregunta, Vik Muniz responde sentirse fotógrafo por ser ése el medio en el que presenta sus ideas, pero de inmediato añade: "...considero que una foto siempre es algo que se hace antes de apretar el obturador". Si alguien le menciona el interés con el que elige los materiales con los que trabaja, nos desconcierta afirmando: "... elijo trabajar con materiales perecederos o inestables porque quiero enfatizar el elemento temporal en todos los cuadros". Curiosa —pero sincera— defensa del factor tiempo como parte esencial de la obra, del mismo modo que reivindica como necesario el contacto personal con los motivos que la originan, o regresa a una ironía muy sutil: "Mi área de interés es el reverso del espectro de la ilusión: deseo crear la peor ilusión posible que todavía pueda burlar el ojo de una persona normal. Algo tan rudimentario y simple que el espectador piense: "No doy crédito a lo que veo. No puedo estar viendo esto, mi mente es demasiado sofisticada para creer en algo tan estúpido como esto". Burlar al ojo, desde la sencillez: Man Ray puede estar tranquilo.

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Vik Muniz