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Fruto de un interés general hacia la realidad de cualquier signo, además de consecuencia de factores heterogéneos -desde la constatación del carácter artístico de fotografías y películas o el anhelo por lo narrativo hasta el abaratamiento de los equipos de grabación y edición-, el mundo del arte se ha volcado hacia la realidad. No de una manera exclusiva, y en ello puede estar incluido desde la permanencia intensa del simbolismo –la otra parte sobre la que la creación contemporánea se ha apoyado- hasta los problemas inherentes al contexto mercantil y expositivo donde se desarrollan las artes plásticas. Pese a esas certezas y tensiones, la realidad ha sido asumida por muchos creadores como el paisaje más interesante; un paisaje ante el que con frecuencia se difuminan los medios para reflejarlo. Como no puede ser de otro modo, la relación de los artistas con la realidad no es unívoca. Más allá de la posibilidad de que bastantes de ellos aludan a la misma por negación –lo cual va más allá de los intereses directos de “Icónica”-, las obras en las cuales sí existe un reflejo directo de la misma muestran el ancho abanico posible con que el espectador se enfrenta en la actualidad.

Como sinécdoque del enorme campo posible, y aun limitando los artistas presentes a nombres extranjeros desconocidos, o casi, en España y a nombres españoles tampoco demasiado difundidos entre gran parte del público –con alguna excepción derivada de la diferencia temporal entre la puesta en marcha del proyecto y su realización-, la muestra reúne a trece creadores que forman un conjunto que intenta ofrecer ejemplos concretos de esas posibilidades. Son artistas realistas, pero en ese calificativo no sólo entra la idea de captar de manera visual aspectos de la realidad sino también de estar interesados por ella.

Miradas directas hacia la realidad cotidiana, como en el caso de Anne Noble, una fotógrafa neozelandesa escorada con frecuencia hacia la imagen realista, y que aquí presenta una serie en torno al fallecimiento de su propio padre. Imágenes que muestran hermosas naturalezas muertas, donde el dramatismo expreso no existe, y con las cuales documenta de manera serena el carácter natural de ese estado, equiparando el cuerpo del ausente con la evolución de la materia. Otros se encaminan hacia una realidad de tipo social, como es el caso de Pavel Wolberg, un fotoperiodista nacido en Rusia pero residente desde niño en Israel. A través de sus fotografías, muestra la coexistencia de la vida de todos los días en Israel y Palestina, con sus necesidades y sus ritos, con el conflicto social y bélico –también con necesidades y ritos, desgraciadamente. Por medios diferentes, esa es también la conclusión que se extrae del vídeo, presentado como una instalación, hecho por la pareja israelí Nathalie Kertesz y Ze’ev Maor. En el mismo se enlaza de una manera física, y por medio de la imagen acelerada cogida desde el interior de un coche, el interior de Tel-Aviv, la capital laica de Israel, con el nuevo muro que rodea los territorios palestinos, situado a pocos kilómetros.

La realidad que interesa al artista no tiene por qué ser tan dramática y con frecuencia se recupera el entorno más trivial, el doméstico o el natural. Así ocurre con los espacios vulgares de la polaca Monika Wiechowska, la cual convierte la parte inferior de una cama en un paisaje sublime. Aunque, por otro lado, muchas de las imágenes hechas en su viaje a Georgia tienen la virtud de mostrar al mismo tiempo espacios normales por cuyas rendijas se introducen atisbos de momentos mejores ya pasados. También Thomas Köner, alemán, es un paisajista, cuya cámara de vídeo apunta hacia la desolación que hay en lugares vacíos, casi metafísicos, en los cuales la presencia humana se supone a través de signos indirectos.

Los pequeños cortometrajes de Lola Marazuela ofrecen un reflejo de lo más cotidiano, y sin filtros, que la persona puede encontrar a lo largo de un día normal. Autora de una obra escindida entre lo simbólico y lo tangible, estas películas breves muestran la faceta más doméstica y menos heroica posible, la arrebatada por el entorno diario. También Idoia Montón, a través de la pintura, se ha movido desde siempre entre los espacios puramente imaginarios y el reflejo de su propia realidad tangible. Autora de una obra privada, realizada casi en secreto, “Icónica” muestra un número significativo de obras suyas que ofrecen una especie de diario personal elaborado a través de bastantes años.

La realidad nutrida por lo personal y por lo público. Eso es lo que ha sido reflejado de manera directa por los dibujos de Francesc Ruiz, que en ocasiones realiza grandes collages de situaciones en los que describe un abanico enorme de comportamientos humanos en el ámbito del espacio público. Para la exposición propone un trabajo específico que funciona a modo de juego especular del propio museo y unos hipotéticos visitantes que desarrollan situaciones inventadas, como una metáfora del terreno donde el arte juega: el de la geografía social real y la invención de historias. Un conjunto de situaciones y posibilidades, y de sus imágenes respectivas, es lo que también ofrece Frank Kalero, editor de una magnífica revista fotográfica, OjodePez, que en esta ocasión propone la creación de un ambiente doméstico en cuyas paredes se amontonan imágenes hechas por decenas de autores, las cuales reflejan toda la diversidad de las realidades posibles.

¿Cómo refleja la realidad una imagen pictórica y cómo lo hace una fotográfica? El debate sobre la equiparación de ambos tipos de imagen ha sido uno de los asuntos principales en estos años en los cuales multitud de artistas han mutado las situaciones descritas con pinceles por otras similares pero compuestas y captadas de manera fotográfica, a la manera jeffwalliana. Para dilucidar la respuesta diferente ofrecida por cada técnica, “Icónica” cuenta con dos paisajistas que tratan de abarcar espacios físicos parecidos entre sí pero captados –o expresados, una diferencia importante- con técnicas disímiles. Ambos alemanes, Sven Kroner crea situaciones en las que conviven paisajes de la naturaleza sobre los cuales el hombre ha efectuado algún tipo de alteración: una autopista, una pista de esquí… (en otros cuadros muestra una convivencia armónica entre ambos). Algo parecido a las fotografías de Peter Bialobrzeski, ni mucho menos un jeffwalliano, que realiza vistas panorámicas de paisajes naturales con presencia de grupos humanos.

En otras ocasiones son las propias obras las que inciden sobre la relación entre ellas mismas como objetos físicos –su realidad material- con su carácter de vehículos de representación. Es el caso del sueco Matts Leiderstam, quien a través de intervenciones directas en museos o de la creación de instalaciones físicas, pues abarcan diferentes técnicas y varios objetos, reflexiona sobre el hecho de ser y de representar, y cómo el conocimiento está teñido por la percepción personal de cada uno. Una idea, la de la representación de la realidad, que de una manera más sintética es el objetivo de buena parte de la obra de La Cabeza Caliente, que también desarrolla ese asunto con un trabajo específico realizado para la exposición, el cual parte de referencias iconográficas católicas y catódicas para sugerir un mosaico de situaciones donde la realidad muestra lo inevitable de su presencia.

Pablo Llorca Comisario de la exposición

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Iconica
Kurator: Pablo Llorca

mit Peter Bialobrzeski, Nathalie Kertesz & Zeev Maor, Frank Kalero, Sven Kroner, Thomas Köner, La Cabeza Caliente, Matts Leiderstam, Lola Marazuela, Idoia Monton, OJODEPEZ , Francesc Ruiz, Monika Wiechowska, Pavel Wolberg